Este es un modelo desarrollado por Daniel Siegel
Para comprender mejor nuestro funcionamiento neurológico, Daniel Siegel creó esta manera de representar el cerebro, usando la mano como modelo. Yo aquí se los comparto de una manera muy sencilla para que todo lo podamos comprender fácilmente.
Cuando la mano está abierta, en la palma y la muñeca podemos ver representado el tallo cerebral, donde se alojan las funciones vitales del organismo, como la frecuencia cardíaca, la circulación sanguínea y todo lo que ocurre de manera “automática”. Aquí también se aloja la respuesta ante el peligro. Biológicamente tenemos programadas 3 posibles respuestas: Atacar – Huir – Bloquearse. Cuando no tenemos control racional, una de estas respuestas se activa automáticamente, de manera inconsciente. (A esto se le llama cerebro reptil)
Si doblamos el pulgar hacia adentro, en él vemos representado el cerebro medio, que está a cargo de incorporar la memoria y las respuestas emocionales tal cual como se presentan. (A esto se le llama cerebro mamífero)
Cuando cerramos los otros dedos, cubriendo el pulgar, podemos ver representada la corteza cerebral, y en la punta de los dedos se representa la corteza pre-frontal, donde se da el pensamiento, la regulación de emociones, la flexibilidad en la respuesta, la intuición, la conciencia de uno mismo y las relaciones interpersonales. (A esto se le llama cerebro racional)
Lo que sucede en nuestro cerebro cuando “perdemos el control”, es que la corteza pre-frontal se desactiva, deja de funcionar, y el cerebro medio toma el mando de la situación, quedando expuestas nuestras emociones sin regulación, nuestras memorias, y se activa la respuesta automática ante el peligro.
Como adultos, comprender esto nos permite tomar resguardos y buscar constantemente mantenernos en control. En caso de que perdamos el control, lo mejor será retirarse (“huir”), no intervenir, ya que si intervengo, sólo voy a atacar.
El cerebro de los niños está en desarrollo y la corteza pre-frontal termina de madurar hacia los 22 años de edad, por lo tanto, al comprender esto podemos darnos cuenta de lo infructuoso que resulta pedirles auto-control. Los niños y adolescentes necesitan la contención y el apoyo de un adulto que les modele formas de mantener la calma y responder ante las diferentes situaciones de la vida.